PRÓXIMO FORO
Sábado, 19 de Mayo de 2007
11:30 horas
Ciclo Sociedad, espectáculo y simulacro. Baudrillard: simulacro, seducción de masas y dominación
Blas Infante 4, Edificio Rafael Pérez de Vargas (antiguo Asilo).
Salón de actos

Y los medios, agentes privilegiados de la simulación, especialmente la televisión, van creando una red densa que envuelve al individuo a través de nuevas extensiones tecnológicas y de ocupación progresiva del tiempo social. De esta forma van sustituyendo a las instancias de interlocución y tienden a ser las fuentes únicas para la percepción y la comprensión de lo que conviene que suceda.
TEXTOS
El desafío de la diferencia, que constituye al sujeto especularmente, siempre a partir de un otro que nos seduce o al que seducimos, al que miramos y por el que somos vistos, hace que el solitario voyeurista ocupe el lugar del antiguo seductor apasionado. Somos, en este sentido, ser para otros y no sólo por la teatralidad propia de la vida social, sino porque la mirada del otro nos constituye, en ella y por ella nos reconocemos
http://www.filosofia-internet.net/portal/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&artid=56
Jean Baudrillard, sociólogo y crítico de la sociedad de consumo.
Su filosofía cuestionó el pensamiento científico tradicional.
J. M. MARTÍ FONT EL PAÍS - Gente - 07-03-2007 Jean Baudrillard nació en Reims, Francia, en 1929. Fue uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, el crítico por excelencia de la sociedad de consumo y los medios de comunicación. Entre sus libros destacan La sociedad de consumo, América, y Cultura y simulacro. Falleció el 6 de marzo a los 77 años. ¿Moralista o nihilista? "Hay que vivir en inteligencia con el sistema y en revuelta contra sus consecuencias. Hay que vivir con la idea de que hemos sobrevivido a todo". Así pensaba Jean Baudrillard, el crítico por excelencia de la sociedad de consumo y de sus mecanismos, así como de los medios de comunicación de masas, que murió ayer en París a los 77 años.
http://www.konvergencias.net/baumatrix.htm
BAUDRILLARD vs. MATRIX: LAS ILUSIONES SIMULADAS
Un ensayo en torno a la viabilidad de los actores en un mundo isotrópico
Antonio Dopazo Gallego (España)
Hace ya algún tiempo que la trilogía Matrix produjo uno de esos extraños episodios en los que una temática fuertemente arraigada (o, en el peor de los casos, inspirada) en la filosofía se hermana con la cultura de masas para crear un tremendo éxito comercial. En plena explosión de la saga, cualquier ensayo o libro que tuviera ligeramente que ver con ella era convertido en fetiche y devorado por los adeptos. No es de extrañar, por tanto, que el filósofo francés Jean Baudrillard se viera inmiscuido en esta vorágine. Después de todo, el Neo de la película era un ferviente lector suyo, como lo atestigua la presencia del libro Simulacra and simulation (1) en la cabecera de su cama (aunque en este punto se suele pasar por alto que el protagonista lo utilizaba, una vez vaciado su interior, para ocultar software pirata). Baudrillard es también el único filósofo al que se menciona abiertamente en la película, en concreto en una célebre frase de Morfeo a Neo justo antes de introducirse en la “madriguera de conejo de Alicia” (2).
RESUMEN DEL DEBATE
¿Existe distinción entre lo real y el simulacro? ¿Hay maneras de salir de ese entorno autorreferencial que es el simulacro? ¿Sería la retirada del universo mediático una de ellas? ¿Y es efectiva tal retirada ante un concepto y un fenómeno omniabarcante tal y como parece ser el simulacro?
En cierto sentido el simulacro se puede codificar como un vivir en el horizonte sagrado de las apariencias; supone habitar en un mundo que nos enajena por completo porque ¿no estamos viviendo en una seductora imagen, en la imagen de uno mismo? Hay que tener cuidado con esto: el seductor humilla a la larga porque quiere que lo adoren; y tenemos un ejemplo perfecto de lo seductor en ciertas derivaciones que ha tomado internet, que en algún sentido puede interpretarse como un simulacro cada vez mayor. La denuncia de una vida vivida entre eufemismos y sofismas se hace imprescindible. Todo esto viene a demostrar que al ser humano le resulta muy difícil ir a las esencias. En este sentido se hace necesario la existencia de un “despertador” que nos saque de este sueño apariencial.
Pero, ¿cual es entonces la diferencia fundamental entre mentira y simulacro?, ¿sería el segundo una forma muy compleja de la primera? Ricoeur propugna la existencia de dos momentos interpretativos hacia un pensamiento. Un primer momento empático de acercamiento y un segundo momento crítico. Y aquí se nos hace necesaria la crítica a Baudrillard: ¿si el simulacro es una realidad total, como es posible su denuncia? Si el simulacro no posee grietas por donde escapar a él, ¿cómo es posible advertirlo?, ¿cómo es posible realizar una teoría crítica del mismo y proponer salidas posibles de él como hace el autor?
Pero es que Baudrillard es un fisiólogo de la formación del conocimiento que analiza la progresiva invasión de la realidad por el simulacro. El simulacro total aún no ha tenido lugar y son posibles las voces críticas y las denuncias. Además, el simulacro es mucho más que una mentira (que sigue vinculada a la realidad), es un asesinato, un asesinato de la realidad.
Poner en circulación flujos delirantes capaces de destejer el discurso dominante es la propuesta de Baudrillard contra esta invasión del imaginario colectivo que el simulacro perpetra. Es llamativo que esto evoque en cierto sentido el instrumento del koan, en el zen, consistente en meditar sobre una frase en principio incomprensible hasta que la mente de un salto o destello de conciencia superior y realice una comprensión más allá del “simulacro” de la mente argumentativa. Pero, en el caso de los flujos delirantes de Baudrillard: ¿quién genera estos flujos dominantes?, ¿quién los pone en circulación?
El simulacro tiende a fagocitar a los acontecimientos reales hasta el punto de que haya quien se pregunte: ¿es posible la felicidad en lo real? El que está en el simulacro se identifica con él y una riqueza y profundidad interiores pueden ejercer un cierto contrapeso. Pero el simulacro posee una gran fuerza de atracción. La seducción que el simulacro ejerce se basa en núcleos de atracción muy poderosos, como el dinero, el placer compulsivo, etc. Hasta el punto de que Baudrillard deja entrever cierta complicidad entre el proletariado (supuesta clase revolucionaria) y el simulacro. Además el simulacro tiene espacios de desarrollo privilegiados. Estados Unidos, carente de tradiciones y de instituciones consuetudinarias, es el ámbito exacerbado del simulacro; Disneylandia sería uno de los simulacros más acabados.
Es tal la fuerza del simulacro que no parece ya irracional investigar en la posibilidad de que éste cree lo real incluso en un mundo psíquico profundo, dentro del ámbito de otros posibles planos de realidad insertos en la realidad fenoménica que captan nuestros sentidos corporales.