martes, 8 de mayo de 2007

(II) Ciclo Sociedad, espectáculo y simulacro. Guy Debord: La sociedad del espectáculo. ¿Una sociedad enferma?

ASOCIACIÓN FORO IDENTIDAD

PRÓXIMO FORO

Sábado, 12 de Mayo de 2007
11:30 horas

(II) Ciclo Sociedad, espectáculo y simulacro. Guy Debord: La sociedad del espectáculo. ¿Una sociedad enferma?




Blas Infante 4, Edificio Rafael Pérez de Vargas (antiguo Asilo).
Salón de actos


Guy Debord
El planeta enfermo
Anagrama, colección Argumentos, Barcelona, 2007

La publicación en Francia, el año pasado, del conjunto de las obras de Guy Debord (1931-1994), en una edición preparada y anotada para Gallimard por Jean-Louis Rancon en colaboración con Alice Debord, ha hecho aún más evidente lo que sus lectores ya sabíamos: la lucidez y pertinencia de uno de los análisis más radicales y subversivos sobre las relaciones y condiciones de producción económica en nuestras sociedades, las del llamado libre mercado y también aquellas otras (no nos olvidemos) dominadas por un capitalismo burocrático de Estado.



TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO

Aurelio Sainz

Hasta el siglo XIX no se supo qué era la explotación. Tuvieron que llegar los años 60-70 para que se desconociese. Había madurado una nueva realidad, el poder, que parecía prometer sacarnos del agujero al que habíamos caído insistiendo en el dichoso plusvalor. Poder contra explotación, ese era el mapa de la pugna teórica. Pero el mapa impedía entender qué es la explotación, impedía entender que la explotación es la explicación del poder, que la dominación (relación de fuerzas asimétrica) se reproduce a través de la explotación.
Debord nunca lo ignoró. Cuando se pone a estudiar la reestructuración del capital que se había iniciado a finales del XIX en EE. UU. y que se consumó mundializada en lo años 50-60, supo sacar las conclusiones oportunas: si a la dominación en el trabajo se ha añadido la dominación en el "tiempo libre" es porque la explotación del trabajo social se ha convertido en la explotación de toda práctica social.


Debord, espectáculo y política
[Carlos de Castro Pericacho]
Ya es un lugar común oír voces que claman por una regeneración de la política o por una politización del mundo globalizado. Desde todos los diagnósticos los diagnosticadores se arrojan, en un abrumador ejercicio de fe ciega, a los brazos de la política.
La sociedad del riesgo, la sociedad postindustrial, la sociedad postradicional, la sociedad informacional, la sociedad postmoderna,... son algunos de los atributos que recibe una sociedad tan enormemente compleja e inabarcable que es difícil no acertar con un adjetivo que le vaya bien. Es un juego sin riesgos.
La sociedad del espectáculo podría presentarse como un diagnóstico más sobre su tiempo, y sus propuestas, como un reconocimiento de la importancia de la política en la vida social. De modo que quedaría enclavado como un epígrafe más en uno de los numerosos libros de recopilaciones de diagnósticos lúcidos sobre su tiempo que habitan en las inmóviles estanterías de cualquier biblioteca. Pero puede que también sea otra cosa, y es aquí donde el que escribe se expone al más silencioso de los fracasos. Decir qué otra cosa pueda ser la teoría y práctica situacionista, cuyo máximo exponente quizá sea La sociedad del espectáculo de Guy Debord, es un ejercicio arriesgado por la posibilidad de banalizar y simplificar hasta la más gaseosa inofensividad el concepto de espectáculo.


Guy Debord:arte, espectáculo, sociedad

Por Iván Pinto *

La sociedad del espectáculo se publicó en 1967, y desde entonces no ha cesado de estar en el centro de largas y enconadas disputas: ¿se trata de un panfleto totalitario o de un libro lúcido que denuncia al totalitarismo oculto en el capitalismo tardío? ¿Es un ensayo menor de claro ánimo resentido, o es por el contrario ese “libro definitivo” que el mismo Debord confirmó en su posterior Comentarios a la sociedad del espectáculo? Y, por sobre todo: ¿qué significan, en definitiva, ideas tan ambiguas como “espectáculo”, “separación consumada” o “situacionismo”?


RESUMEN DEL DEBATE

Se inicia el debate planteando varios interrogantes un primer contertulio:
¿Cómo salir del espectáculo? Suponiendo que una sociedad lograra salir de la situación planteada teóricamente por Debord ¿qué hacen concretamente los individuos de tal sociedad ya libre de la situación de espectáculo? ¿cómo transcurren sus vidas?

Es decir, ¿es la solución que plantea Debord una solución personal, estructural o ambas a la vez?
Ante estas preguntas que tratan, en definitiva, de analizar el logro teórico de Debord, otro contertulio responde que la sociedad del espectáculo es más bien una vía negativa o análisis negativo de la sociedad realizado por Guy Debord. Representa su forma de realizar la crítica de la sociedad tanto de la capitalista como de la que se conoce como del socialismo real . En este sentido, la propuesta práctica de Debord para esta situación social es el "Consejismo". Poner en marcha en la sociedad el poder de los "Consejos", lo cual recuerda la organización de la sociedad en el primitivo comunismo soviético por medio de los Soviets.

En este momento el primer contertulio pregunta reflexiva o más bien retóricamente: "¿Cuántas instituciones, en este caso, habría que transformar o eliminar para que funcione el Consejismo? ¿Es esta solución realista o se trata de una utopía en gran parte irrealizable? Tal vez sea éste el contrapunto a un genial análisis de la sociedad moderna: una propuesta anclada grosso modo en lo utópico.

El primer interviniente alude ahora a algunos aspectos que considera centrales del análisis debordiano poniéndolos en relación, no obstante, con sus preguntas iniciales sobre cómo salir de esta situación planteada en el análisis, más bien negativo, de Debord: por una parte enuncia los elementos esenciales de la sociedad del espectáculo: a) El espectáculo es el producto de una sociedad enferma; b) El objetivo de esta sociedad y de sus individuos debería ser emanciparse de las bases materiales de la verdad tergiversada; c) El espectáculo es el resultado y el proyecto del modo de producción existente; d) Nuestra vida social está condicionada y mediatizada por la mercancía.

Po otra parte, enuncia las características que describen a esta sociedad enferma del espectáculo, según Debord:

1) Innovación tecnológica incesante. A este respecto y en relación con las preguntas iniciales, ¿cómo escapar de ella? ¿Acaso la solución de Debord es, simplemente, vivir esta innovación de otro modo? En este caso su análisis no sería demasiado diferente de las conclusiones del marxismo o de la Escuela de Francfort o de otros muchos filósofos.

2) Fusión de la economía y Estado. Este aspecto recuerda al "sistema" habermasiano como la unión dinero-poder.

3) Secreto generalizado. ¿Acaso no es necesario el secreto de Estado en cuestiones que afectan a la seguridad nacional? Bien es verdad que este factor lo aprovechan los gobiernos para sustraer a la opinión pública aspectos informativos que son esenciales para la libertad y derechos de los ciudadanos. También es cierto que Debord a lo que alude es al "secreto generalizado".
En este punto se produce una interpelación de uno de los contertulios en el sentido de clarificar lo que se quiere decir con lo de "secreto de estado"; de si se quiere defender a todo trance este secreto que afecta al poder y a su opresión sobre los ciudadanos.
El interviniente en uso de la palabra repite lo que ha dicho y argumenta que sólo ha dicho algo general, lógico y normal sin defender ninguna opresión sobre los ciudadanos y que basta fijarse en los dos puntos que ha enunciado, de modo general, para verlo.

4) Falsedad sin respuesta. ¿Se refiere Debord a que la sociedad está tan alienada por el espectáculo del cual participa (y que le produce la extracción de las energías sobrantes después de la explotación de su fuerza productiva mediante la explotación de su ocio) que no puede dar respuesta a esta falsedad general que impera en la sociedad del espectáculo?

5) Presente perpetuo. ¿Qué quiere decir Debord en concreto con este aspecto? En este sentido es más bien una pregunta que se hace el interviniente por no conocer, dentro del análisis debordiano, la referencia de este concepto, es decir, la realidad social denunciada.
En resumen, es de resaltar, prosigue este interlocutor que el análisis de Debord denuncia la alienación, la quiebra de la vida comunitaria y la contaminación ambiental que produce la sociedad del espectáculo, con todo lo cual está de acuerdo y admite que el análisis de Debord posee un contenido y objeto real innegable, así como una tarea o proyecto digna de seguirse de algún modo.

En otra intervención se alude a que la persona, cuanto más contempla el espectáculo como torrente de imágenes, menos vive. El espectáculo es la antítesis del diálogo. Consiste en una sociedad enferma, una sociedad en regresión, un instrumento alienante.
Por otra parte, el espectáculo destruye la cultura popular, señala otro interlocutor, sustituyéndola por la cultura de masas. Este interlocutor quiere incidir especialmente en el hecho constituido por la ausencia en el análisis debordiano de este aspecto. Debord, probablemtente por sus débitos marxistas, pasa por alto o no advierte que la cultura popular resulta también alienada a favor de la cultura de masas. Es un aspecto no mencionado en el análisis de la sociedad del espectáculo de Debord.

Por otro lado, añade un nuevo contertulio, llega un momento en esta sociedad en que se culmina en un momento tan alto de auto-alienación destructiva que llega a vivirse esta misma alienación como goce estético. Esta sería una idea contenida en la filosofía de Walter Benjamin de la Escuela de Franfort. En definitiva esto supone en cierto modo que somos esclavos y nos gusta serlo, lo cual quitaría toda esperanza de cambio para esta sociedad enferma.

¿Qué papel juega en todo esto el intelectual pesebrista?, pregunta otro contertulio. ¿Cómo colabora con el poder en esta sociedad del espectáculo para mantener en crecimiento esta sociedad patológica?

En resumen, se trata de una sociedad, la del espectáculo-seducción, que suprime las necesidades primarias para ser sustituidas por una producción ininterrumpida de pseudo-necesidades que nos hunde cada vez más en personalidades imaginarias que nos alejan de nuestra propia humanidad y de la convivencia auténtica con los otros dentro de una sociedad auténticamente humana y justa.