miércoles, 11 de abril de 2007

Eric Fromm: Tener o Ser. ¿Cuál es el valor esencial de nuestra sociedad en crisis? (II)


PRÓXIMO FORO

Sábado, 14 de Abril de 2007

11:30 horas


Eric Fromm: Tener o Ser.
¿Cuál es el valor esencial de nuestra sociedad en crisis?

(II)


ATENEO DE ALGECIRAS
Blas Infante 4,
Edificio Rafael Pérez de Vargas (antiguo Asilo).
Salón de actos

Continuamos por segunda semana con la pregunta: ¿Qué valor esencial mueve a la inmensa mayoría de personas en nuestros países modernos tecnológicamente y primitivos espiritualmente?

¿Es el dinero o la bondad de carácter? ¿La fama o la ayuda solidaria aunque no seas notable en una organización? ¿La ayuda a todos o el orgullo de nuestro ego?

En definitiva... ¿es el tener cosas materiales , el egoismo, el placer a costa de lo que sea o el ser íntegros, honrados, eficientes, cultos, solidarios, éticos...?



TEXTOS PROPUESTOS


Biografía de Erich Fromm [1900-1980, VIDA Y OBRA DE UN PSICOLOGO SOCIAL HUMANISTA ATEO]
Erich Fromm, prolífico escritor, humanista y psicoanalista alemán, nació el 23 de marzo de 1900 en la ciudad de Francfort, llegando a ser el hijo único de una familia ortodoxa judía. Como tal fue educado en las enseñanzas de la Biblia y el Talmud, en primer lugar, por su tío abuelo materno Ludwig Krause y luego, entre los 16 y 21 años, por Nehemia Nóbel, rabino conservador pero ilustrado, quien le introdujo en las obras del literato Goethe. Entre los 12 y 14 años vivió en su casa Oswald Sussman, un empleado del negocio de vinos de su padre, quien le habló de las ideas socialistas.


http://ergosum.uaemex.mx/noviembre98/maya.html

En esta imaginaria fisonomía descubriríamos primeramente, como un aspecto innegable de nuestra época, el egoísmo posesivo y más específicamente el egoísmo consumista. Los pocos, que tienen demasiado, viven para consumir en el presente o para asegurar su consumo y el de su familia en el futuro. Los muchos, que tienen muy poco, sufren y se rebelan para alcanzar los niveles de consumo de la minoría. Por cierto, no les preocupa ser más valiosos como seres humanos, sino consumir más, lo cual puede ciertamente ser justo, pero de ninguna manera suficiente para llenar una vida. Por otra parte, los grandes problemas ecológicos actuales provienen del consumo exagerado e irracional. Por ello, Eric Fromm tiene razón cuando habla de sociedades y formas de vida basadas en "el tener", por oposición a "el ser". Nuestra sociedad se ha basado obviamente en el tener y la mayoría de los conflictos de nuestros días han nacido por alguna cuestión ligada al tener.


http://www.eumed.net/libros/2006c/204/1c.htm


Sin hacer un estudio estricto sobre la naturaleza de la economía y de sus implicaciones con las estructuras sociales, podemos convenir en que, desde su origen y hasta su nacimiento como ciencia con Adam Smith, la economía tiene una profunda relación con la ética y con la pregunta socrática de ¿cómo hay que vivir? (4) Y la respuesta a esa pregunta está muy relacionada con otra ecuación que establece Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio de 1971, posiblemente inspirado en textos que van desde el aquinate hasta Erich Fromm, quienes analizaron las implicaciones y efectos entre el “ser” y el “tener".


RESUMEN

Comienza el debate con la intervención de uno de los contertulios que afirma la interrelación del tener y del ser: "El tener y el ser, de algún modo, se interrelacionan", afirma. Primero comenzamos siendo en la vida y luego vamos poseyendo bienes, ideas, conocimientos que nos posibilitan ser más. "Si yo no hubiese conseguido ciertos bienes no podría haber accedido luego a conocimientos que me hacen crecer en el ser", concluye este interlocutor.

Otro de los contertulios pone la nota dialéctica negativa al responderle que, aparentemente, es verdad que el tener y el ser se complementan, pero que ello es fruto de la vanidad, pues desde el momento en que me atiborro del reino del tener, sufre el ser. Que, en realidad, prosigue este interlocutor, “nos nos atrevemos a ser”. En este sentido cita la siguiente frase de Nietzsche del Ocaso de los Idolos: “Hasta el más valiente de nosotros pocas veces tiene el valor de enfrentarse con lo que realmente sabe”. Además, afirma, somos contradictorios, no podemos eliminar la contradicción de nuestro pensamiento, de nuestras vidas y de nuestras palabras.

Otro, le responde que él ve la contradicción, sobre todo, entre lo que pensamos y lo que somos capaces de hacer. El miedo a la realidad o a las consecuencias de nuestros actos, si expresamos la verdad, nos hace contradecirnos y adaptarnos al contexto social de ilusión, máscara y falsedad.

En este momento del debate interviene otro de los contertulios movido por un espíritu de síntesis hegeliana o de un “entre” ricoeuriano: “¿No estaremos confundiendo cultura erudita con verdadero acceso a la comprensión de la verdad, profundamente sabida, y al ser?”. En este sentido, prosigue este interlocutor, la erudición puede ser un punto de partida, es decir, el conjunto de conocimientos que poseo en mi mente y al que puedo tener acceso mediante mi memoria para, al hilo de un tema que es necesario dilucidar, acceder a un fragmento de ese conocimiento, a una frase, a un capítulo de un autor que ya conocía y saborearlo, meditarlo, “masticarlo” de verdad y digerirlo a fin de que llegue a ser verdaderamente conocimiento mío. Esto es lo que realiza, por ejemplo, Heidegger en su segunda época (kehre, o viaje de retorno al ser en cuanto oculto). Para este autor, el hombre es el “pastor del ser”.

Según Heidegger, el hombre pastorea el ser porque porta al ser en el interior de la palabra. Si no degustamos las palabras aún no somos pastores del ser sino los esclavos de palabras que no entendemos verdaderamente y que repetimos como loros presumiendo de erudición. Aún no somos auténticos pastores del ser.

¿Pero, qué es tener y qué es ser? ¿Por qué los pueblos que evolucionan superan la religión? Pregunta otro de los interlocutores.

A esto responde uno de los anteriores, que depende de lo que se considere superación. La religión como fenómeno histórico-social en el cual va profundamente imbricada su naturaleza, se va desarrollando al compás de los siglos y del aumento de conocimiento científico y filosófico de los pueblos. Lejos han quedado los tiempos, por ejemplo, de la condena de Galileo. Se observa una confluencia entre religión y conocimiento (este último en el más amplio de los sentidos) de tal forma que la tendencia de la religión es transformarse en conocimiento sagrado o místico, del universo y del hombre al mismo tiempo, como ocurría en antiquísimos tiempos en la India o en Egipto.

Claro, añade este interlocutor, en este concepto de conocimiento no entra sólo lo que hoy se entiende académicamente por ciencia o por filosofía, sino algo más allá: el conocimiento místico directo de planos superiores que aún nuestra ciencia y filosofía oficial rechazan pero que han afirmado los místicos de todas las épocas y religiones. ■