jueves, 4 de enero de 2007

Pensar con los libros. Hermann Hesse II

foro celebrado el 15 de Enero de 2005

Compilación: Manuel Gómez de Barreda Pantojo.

Una máxima de Hermann Hesse era, que toda iluminación que no se ha conseguido por uno mismo, no sirve para nada.

Hesse se libra del pietismo religioso paterno por el psicoanálisis, y luego, a través de religiones orientales, encuentra algo nuevo. Ya una vez alcanzado esto, vuelve a un cristianismo fresco, sin la carga negativa y castradora con que le educaron. Hesse llegó a superar su anclaje negativo, de los peores y más represores.

Cuando no se tienen caminos seguros que seguir, ni valen los caminos trillados, no queda más remedio que recurrir a la heterodoxia.

El psicoanálisis en su momento supuso una nueva perspectiva de las cosas. Creó un nuevo nivel inconsciente donde podía moverse la interpretación.

En este nuevo mundo, la postura extrema es que la palabra es el disfraz del pensamiento (Wittgenstein). La verdad es lo que se oculta, no lo que se dice. Lo cual obliga siempre a leer entre líneas.

Pero este nuevo nivel inconsciente no quiere decir expresamente que haya siempre una intención malévola. Puede haber dos niveles: el nivel inconsciente de ocultamiento y el nivel consciente del mentir. Y este segundo es el que más decididamente hay que rechazar. Es el lenguaje de la demagogia, de la propaganda de masas etc...

Igualmente, una cosa es la imperfección del lenguaje para conseguir comunicar el pensamiento exacto, y otra cosa el ocultamiento o el lenguaje distractorio usado conscientemente en interés propio.

El psicoanálisis cambió esa forma de entender las cosas, en el sentido de que cuando escuchamos un discurso, estamos pensando en las intenciones ocultas que hay en las palabras, no en el sentido llano y directo.

Esta importancia del Ocultamiento, desde Nietszche y sobre todo desde Freud (desde los filósofos de la sospecha) implica una reducción del sentido. Más recientemente, la deconstrucción de Derrida desmonta el sentido, al autor, a la sociedad, y descubre nuevas soluciones de sentido. Pero frente a esto, podemos postular la idea de la recolección del sentido: es más rica una actitud abierta a todo tipo de sentidos, no sólo el oculto.

En la historia, el sentido directo de la palabra va perdiendo valor porque se toma conciencia de la relatividad. En la antigüedad, la palabra de cultura tenía un gran valor, ante la precariedad de la vida en general. Existía una confianza en las palabras. Se llevaban a cabo compilaciones exhaustivas de la palabra de los sabios, y eso tenía un gran valor dada la escasez de libros y de literatura.

En la actualidad, sufrimos una especie infierno de palabras; hay una avalancha de palabras banales, de mentiras, de propaganda. Y como contrarrespuesta, se pierde el sentido de lo valioso depositado en la palabra, y, en tal maremagnum, se busca y se deposita en algo oculto. Buscamos ese sentido valioso en el hermetismo, y valoramos más el esfuerzo para llegar a algo precioso y oculto. No creemos en el sentido literal, porque sabemos que hay mucha palabrería barata en el mundo.

Por otra parte, en nuestro tiempo, la tecnificación, el automatismo, la instrumentalización a los que se somete al hombre moderno, destruyen cualquier predisposición para la valoración y la búsqueda de nuevos sentidos fuera del círculo vicioso de la tecnificación que se justifica a sí misma.

Se magnifica el valor de la técnica y de la ciencia para solucionar los problemas existenciales humanos. Los problemas científicos son menos importantes que la religión, etc...Lo verdaderamente importante es el dolor del alma que produce la vida, y que la ciencia no puede afrontar o solucionar.

Desde este punto de vista, quizás haya conocimientos más importantes para el hombre que la ciencia. La jerarquía de conocimientos según Hegel, en orden de importancia, sería: Arte, Religión y Filosofía. Y quizás sea la literatura, como una expresión del arte, entendida como "la palabra", la más importante facultad de que pueda hacer uso el hombre.

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