Foro celebrado del 28 de octubre al 5 de noviembre de 2004
Compilador: Manuel Gómez de Barreda.
Compilador: Manuel Gómez de Barreda.
Si aprendemos cómo se produce el entendimiento entre culturas también estamos aprendiendo a entendernos entre nosotros mismos.
El campo común donde las culturas pueden llegar a un encuentro es el campo de la ética, entendida como una búsqueda del bien común. El bien debe ser el consenso; y el consenso debe por tanto ser el objetivo de toda relación.
Al acercarnos a culturas ajenas siempre encontramos elementos de extrañeza u otros elementos a nuestros ojos ridículos, y esta es la señal de que no estamos entendiendo a la otra cultura. Pero a su vez, estos elementos de extrañeza, son los que hacen que el acercamiento, la búsqueda, la comunicación sean interesantes. Por eso el cruce de culturas es siempre tan fértil, porque excita la curiosidad, las búsquedas, los avances en el conocimiento.
Frente a la identidad monolítica, la Ipseidad: el yo cambiante en el tiempo; la identidad cambiante en el tiempo. De esta manera, no tiene sentido atrincherarse en posiciones inamovibles frente a los otros.
El lenguaje es la base de la comunicación humana, y, sin embargo, la ciencia, por medio de sus disciplinas lingüísticas, la lógica, la pragmática, la semántica, apenas puede llegar a explicar la complejidad de cualquier situación de comunicación humana.
La ciencia trata fenómenos materiales, esa es su virtud, pero también su defecto, ya que no trata otras dimensiones, como son algunos planos sumamente elusivos donde se desarrolla la comunicación humana, como son los sentimientos, los instintos, los valores.
Para entenderse hace falta algo más que la razón, o tener razón, hace falta predisposición hacia el consenso, hacia la aceptación del otro, de sus defectos y creencias.
Cada entidad cultural tiene una identidad, y en la cuestión de los signos de identidad hay que darle a veces importancia de los mínimos detalles. Una lengua, una forma de vestir, un símbolos, a veces provocan enfrentamientos irreconciliables, aunque los elementos comunes sean los más.
A su vez, puede resultar que exista una base instintiva para explicar muchas actitudes agresivas para los que detentan otros signos de identidad. Por eso es importante no despreciar ni minusvalorar las creencias y símbolos de otras culturas o grupos, aunque creamos que sean erróneas o insignificantes. Nuestra naturaleza quizás nos lleva a menospreciar lo ajeno, y todo aquello que no valora nuestra propia cultura, pero si para “los otros” tiene un valor, si queremos entendimiento, hay que respetar todo lo que respeta el otro.
Una ética fuerte, es decir un sistema de normas grupales estrictas, lo que hace es crear grupos, separar. Quizás por eso sean mejores los lazos de hermandad débiles, para favorecer una sociedad abierta. Entre un sistema fuerte y un sistema débil, quizás el más diferenciador y excluyente sea el primero.
Se puede aspirar a encontrar una ética mínima para todas las culturas y personas; y esto conduciría al uso de pocas leyes pero bien aplicadas, para garantizar la libertad y al mismo tiempo estar todos de acuerdo en lo básico.
Hay culturas donde el consenso es muy importante, lo más importante, como en caso el algunas culturas indias, como los iroqueses, pueblo cuyo colectivismo Marx tomó como modelo para diseñar su modelo comunista. Por el contrario, culturalmente hablando, la idiosincrasia occidental está más orientada hacia una relaciones de antagonismo e imposición.
Finalmente, nunca hay que perder de vista los causas últimas que según pensadores importantes dan lugar a la formación de las cultura y las civilizaciones humanas; dos pueden ser lo ejes de la cultura: placer y dominio.
Pero quizás haya que meter más planos, incluso en caso de que placer y dominio tristemente sean las bases de la cultura, el ser humano no se debe conformar con dejarse llevar por la naturaleza, y debe luchar por sentar las bases para que existan otros planos donde el entendimiento, la comprensión y la racionalidad puedan ser desarrolladas libremente, sin cargas ni chantajes.
El campo común donde las culturas pueden llegar a un encuentro es el campo de la ética, entendida como una búsqueda del bien común. El bien debe ser el consenso; y el consenso debe por tanto ser el objetivo de toda relación.
Al acercarnos a culturas ajenas siempre encontramos elementos de extrañeza u otros elementos a nuestros ojos ridículos, y esta es la señal de que no estamos entendiendo a la otra cultura. Pero a su vez, estos elementos de extrañeza, son los que hacen que el acercamiento, la búsqueda, la comunicación sean interesantes. Por eso el cruce de culturas es siempre tan fértil, porque excita la curiosidad, las búsquedas, los avances en el conocimiento.
Frente a la identidad monolítica, la Ipseidad: el yo cambiante en el tiempo; la identidad cambiante en el tiempo. De esta manera, no tiene sentido atrincherarse en posiciones inamovibles frente a los otros.
El lenguaje es la base de la comunicación humana, y, sin embargo, la ciencia, por medio de sus disciplinas lingüísticas, la lógica, la pragmática, la semántica, apenas puede llegar a explicar la complejidad de cualquier situación de comunicación humana.
La ciencia trata fenómenos materiales, esa es su virtud, pero también su defecto, ya que no trata otras dimensiones, como son algunos planos sumamente elusivos donde se desarrolla la comunicación humana, como son los sentimientos, los instintos, los valores.
Para entenderse hace falta algo más que la razón, o tener razón, hace falta predisposición hacia el consenso, hacia la aceptación del otro, de sus defectos y creencias.
Cada entidad cultural tiene una identidad, y en la cuestión de los signos de identidad hay que darle a veces importancia de los mínimos detalles. Una lengua, una forma de vestir, un símbolos, a veces provocan enfrentamientos irreconciliables, aunque los elementos comunes sean los más.
A su vez, puede resultar que exista una base instintiva para explicar muchas actitudes agresivas para los que detentan otros signos de identidad. Por eso es importante no despreciar ni minusvalorar las creencias y símbolos de otras culturas o grupos, aunque creamos que sean erróneas o insignificantes. Nuestra naturaleza quizás nos lleva a menospreciar lo ajeno, y todo aquello que no valora nuestra propia cultura, pero si para “los otros” tiene un valor, si queremos entendimiento, hay que respetar todo lo que respeta el otro.
Una ética fuerte, es decir un sistema de normas grupales estrictas, lo que hace es crear grupos, separar. Quizás por eso sean mejores los lazos de hermandad débiles, para favorecer una sociedad abierta. Entre un sistema fuerte y un sistema débil, quizás el más diferenciador y excluyente sea el primero.
Se puede aspirar a encontrar una ética mínima para todas las culturas y personas; y esto conduciría al uso de pocas leyes pero bien aplicadas, para garantizar la libertad y al mismo tiempo estar todos de acuerdo en lo básico.
Hay culturas donde el consenso es muy importante, lo más importante, como en caso el algunas culturas indias, como los iroqueses, pueblo cuyo colectivismo Marx tomó como modelo para diseñar su modelo comunista. Por el contrario, culturalmente hablando, la idiosincrasia occidental está más orientada hacia una relaciones de antagonismo e imposición.
Finalmente, nunca hay que perder de vista los causas últimas que según pensadores importantes dan lugar a la formación de las cultura y las civilizaciones humanas; dos pueden ser lo ejes de la cultura: placer y dominio.
Pero quizás haya que meter más planos, incluso en caso de que placer y dominio tristemente sean las bases de la cultura, el ser humano no se debe conformar con dejarse llevar por la naturaleza, y debe luchar por sentar las bases para que existan otros planos donde el entendimiento, la comprensión y la racionalidad puedan ser desarrolladas libremente, sin cargas ni chantajes.
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