Foro celebrado el 28-05-2005.
Textos propuestos para el debate:
La esencial intolerancia del pensamiento politicamente correcto
(Entrevista con Vladimir Volkoff. Marc Vittelio)
Cuento de Caperucita roja políticamente correcto
(www.lukor.com)
Coloquio internacional “Periodismo, memoria y derechos humanos”
(Universidad de Chile)
Libertad verdadera: Autocensura y propaganda
(Miguel Sarmiento)
Compilador del debate: Juan Dianes Rubio.
¿Qué condiciones hacen falta para una auténtica comunicación?
Para una buena comunicación se necesitan los siguientes factores: intención de comunicarse, respeto, ponerse en lugar del otro, paciencia (¿cómo recibe el otro lo que intentamos decirle?), algo de psicología o entendimiento de las personas y superar el miedo a revelarnos tal como somos.
A nivel institucional el problema es distinto y depende de parámetros jurídico-legales que, a su vez, dependen del tipo de Estado que esté instituido en un país y del respeto de los derechos humanos que se ejerza.
¿Estamos usando los medios de comunicación de masas como un sucedáneo de la auténtica comunicación? Nos referimos al hecho de encontrar un consuelo indirecto en la ingesta de noticias e informaciones de periódicos, radio, televisión, etc. cuando en realidad descuidamos la auténtica comunicación tú a tú con las personas y escucharlas comprensivamente.
Si analizamos también el lenguaje corriente de la calle, encontramos siempre un conjunto de términos que van cambiando con el tiempo y que se emplean para seudo-comunicarse aprovechando temas de moda en la televisión, etc. Se trata de términos que cumplen la función de lugares comunes donde es fácil coincidir con el otro y, con ello, no abordar temas más complejos (que son los auténticos olvidados) y que podrían dar origen a controversias y malentendidos que se quieren evitar. Sin embargo, al eludir los auténticos problemas, llega un momento en que estos nos estallan tanto a nivel interpersonal como a nivel social o político.
De este modo llegamos a una encrucijada de base ¿Es posible que haya verdadera comunicación si el individuo no cambia y sigue siendo tal como es? ¿Es posible una comunicación auténtica cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos? ¿Es posible, si no sabemos controlarnos en función de unos ideales y objetivos asumidos jerárquicamente por nuestra voluntad?
Nuestra sociedad, por otra parte, nos crea por medio de las técnicas de marketing aplicadas al consumo o a la política unos modelos donde si tú no encajas no eres nadie; o, al menos, eso dan en pensar los más débiles psicológicamente de los componentes de nuestra sociedad: lo jóvenes y menos jóvenes. Aquí podríamos citar problemas de anorexia, de adicción al móvil, a Internet, al consumo desenfrenado, etc.
Otro aspecto que debemos preguntarnos es si nos crean los estados de opinión cuando creemos estar pensando por nosotros mismos. La sociedad crea unos perfiles psicológicos o modelos que considera ideales para el consumo de las masas. Naturalmente siempre hay quien intenta pensar por sí mismo lo cual logra más o menos según su nivel de información y su capacidad crítica. Esto, a su vez, depende también de su nivel de ser: qué clase de persona sea a nivel ético, de compromiso, consecuente con lo que profesa, etc.
De todos modos, la violencia, entendida en su máxima generalidad, es la raíz de la peor incomunicación. En cualquier auténtica comunicación ha de haber el respeto por el otro y el deseo de comprenderlo y de que sus derechos se realicen como quiero que ocurra con los míos propios. Debe hacer además una actitud de veracidad en lo que se diga y de presunción de que el otro también la tiene. No ha de haber intención de manipulación ni de aprovechar las situaciones de superioridad para que el otro ceda en derechos inalienables de la persona, etc, por citar algunas condiciones de la auténtica comunicación. Si observamos estas condiciones todas ellas requieren la ausencia de cualquier tipo de violencia: física, psíquica, estructural, etc. A su vez en cuanto aparece algún tipo de violencia ya no estamos respetando estas condiciones de la comunicación y el auténtico diálogo.
Las grandes ideas éticas, sociales y políticas son la base de los movimientos y cambios de la sociedad. Sin embargo el dinero (aliado con el poder) las tergiversa aprovechándolas para sus propios fines. Cuando no tenemos intereses materiales, dentro de un asunto a dilucidar, pensamos con mayor claridad.
¿Cómo podemos hablar de valores cuando éstos se quebrantan mediante unos medios de comunicación tendenciosos y al servicio de los grupos económicos aliados de los grandes partidos políticos que se ponen de acuerdo para el cumplimiento de sus respectivos intereses? Estos intereses, invariablemente, lesionan la verdad y por ende, la justicia dentro de la sociedad, incidiendo normalmente sobre los menos favorecidos y que no tienen acceso al poder y a las influencias necesarias para defenderse apropiadamente.
¿A quién pertenecen los medios de comunicación en España? Esto nos daría las claves de muchos de los acontecimientos sociales y políticos de gran calado que se desenvuelven ante nosotros.
Para una buena comunicación se necesitan los siguientes factores: intención de comunicarse, respeto, ponerse en lugar del otro, paciencia (¿cómo recibe el otro lo que intentamos decirle?), algo de psicología o entendimiento de las personas y superar el miedo a revelarnos tal como somos.
A nivel institucional el problema es distinto y depende de parámetros jurídico-legales que, a su vez, dependen del tipo de Estado que esté instituido en un país y del respeto de los derechos humanos que se ejerza.
¿Estamos usando los medios de comunicación de masas como un sucedáneo de la auténtica comunicación? Nos referimos al hecho de encontrar un consuelo indirecto en la ingesta de noticias e informaciones de periódicos, radio, televisión, etc. cuando en realidad descuidamos la auténtica comunicación tú a tú con las personas y escucharlas comprensivamente.
Si analizamos también el lenguaje corriente de la calle, encontramos siempre un conjunto de términos que van cambiando con el tiempo y que se emplean para seudo-comunicarse aprovechando temas de moda en la televisión, etc. Se trata de términos que cumplen la función de lugares comunes donde es fácil coincidir con el otro y, con ello, no abordar temas más complejos (que son los auténticos olvidados) y que podrían dar origen a controversias y malentendidos que se quieren evitar. Sin embargo, al eludir los auténticos problemas, llega un momento en que estos nos estallan tanto a nivel interpersonal como a nivel social o político.
De este modo llegamos a una encrucijada de base ¿Es posible que haya verdadera comunicación si el individuo no cambia y sigue siendo tal como es? ¿Es posible una comunicación auténtica cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos? ¿Es posible, si no sabemos controlarnos en función de unos ideales y objetivos asumidos jerárquicamente por nuestra voluntad?
Nuestra sociedad, por otra parte, nos crea por medio de las técnicas de marketing aplicadas al consumo o a la política unos modelos donde si tú no encajas no eres nadie; o, al menos, eso dan en pensar los más débiles psicológicamente de los componentes de nuestra sociedad: lo jóvenes y menos jóvenes. Aquí podríamos citar problemas de anorexia, de adicción al móvil, a Internet, al consumo desenfrenado, etc.
Otro aspecto que debemos preguntarnos es si nos crean los estados de opinión cuando creemos estar pensando por nosotros mismos. La sociedad crea unos perfiles psicológicos o modelos que considera ideales para el consumo de las masas. Naturalmente siempre hay quien intenta pensar por sí mismo lo cual logra más o menos según su nivel de información y su capacidad crítica. Esto, a su vez, depende también de su nivel de ser: qué clase de persona sea a nivel ético, de compromiso, consecuente con lo que profesa, etc.
De todos modos, la violencia, entendida en su máxima generalidad, es la raíz de la peor incomunicación. En cualquier auténtica comunicación ha de haber el respeto por el otro y el deseo de comprenderlo y de que sus derechos se realicen como quiero que ocurra con los míos propios. Debe hacer además una actitud de veracidad en lo que se diga y de presunción de que el otro también la tiene. No ha de haber intención de manipulación ni de aprovechar las situaciones de superioridad para que el otro ceda en derechos inalienables de la persona, etc, por citar algunas condiciones de la auténtica comunicación. Si observamos estas condiciones todas ellas requieren la ausencia de cualquier tipo de violencia: física, psíquica, estructural, etc. A su vez en cuanto aparece algún tipo de violencia ya no estamos respetando estas condiciones de la comunicación y el auténtico diálogo.
Las grandes ideas éticas, sociales y políticas son la base de los movimientos y cambios de la sociedad. Sin embargo el dinero (aliado con el poder) las tergiversa aprovechándolas para sus propios fines. Cuando no tenemos intereses materiales, dentro de un asunto a dilucidar, pensamos con mayor claridad.
¿Cómo podemos hablar de valores cuando éstos se quebrantan mediante unos medios de comunicación tendenciosos y al servicio de los grupos económicos aliados de los grandes partidos políticos que se ponen de acuerdo para el cumplimiento de sus respectivos intereses? Estos intereses, invariablemente, lesionan la verdad y por ende, la justicia dentro de la sociedad, incidiendo normalmente sobre los menos favorecidos y que no tienen acceso al poder y a las influencias necesarias para defenderse apropiadamente.
¿A quién pertenecen los medios de comunicación en España? Esto nos daría las claves de muchos de los acontecimientos sociales y políticos de gran calado que se desenvuelven ante nosotros.
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