domingo, 24 de diciembre de 2006

Nacionalidad, Nación y Nacionalismo

Foro celebrado el 26/II/04 .
Ponente: Juan Dianes Rubio

INTERROGANTE: ¿Tienen los pueblos derecho a la autodeterminación?

TEXTO PROPUESTO: EL NO-NACIONALISMO. Artículo de Opinión publicado en el periódico El Pais. Martes, 16 de diciembre de 2003.
Autor: JUAN PABLO FUSI.

"Beckett, el escritor irlandés, dijo en cierta ocasión -en 1939, cuando estalló la II Guerra Mundial y él residía en París- que prefería vivir en una Europa en guerra que en una Irlanda en paz. Joyce, igualmente irlandés y además, a diferencia de Beckett, católico, marchó de Irlanda en 1902 y, salvo por una breve visita en 1912, nunca más regresó a su país (murió en 1941). De los otros grandes escritores irlandeses contemporáneos, Oscar Wilde, Bernard Shaw y W. B. Yeats, sólo éste, Yeats, fue nacionalista y, significativamente, perdió con el tiempo su fe en el nacionalismo, en el Estado libre irlandés y aun en Irlanda como entidad separada de Inglaterra. Kafka y Rilke, ambos nacidos en Praga dentro del Imperio Austro-húngaro, optaron en su momento por la nacionalidad checa: ninguno (Kafka, judío; Rilke, de familia alemana) sintió el nacionalismo checo.La formulación del sionismo por Theodor Herzl a partir de 1894 dividió profundamente a los judíos europeos. Gershom Scholem, nacido en Berlín en 1897 de familia judía acomodada y asimilada, estudió filología semítica, se interesó en el sionismo, se especializó en el estudio de la tradición mística judía y en 1923 emigró a Israel. Con origen y antecedentes familiares muy parecidos, Walter Benjamin, no obstante su interés por la cultura y la tradición judías de las que procedía, derivó hacia preocupaciones muy distintas: el romanticismo alemán, el barroco, la cultura francesa, el lenguaje, el marxismo, la crítica de la modernidad, y pese a las reiteradas invitaciones de su amigo Scholem, no quiso establecerse en Palestina (lo que le costó la vida: se suicidó en 1940, en Port Bou, después de que las autoridades españolas le denegaran el permiso para cruzar a España en su huida de una Francia ocupada ya por los alemanes). Es un ejemplo revelador: siempre hubo en medios judíos alternativas identitarias al sionismo, que afirmaban la identidad judía, pero que no la cifraban en la creación de un "Estado de los judíos" en Palestina. El único gran escritor que en el siglo XX saldría de Quebec, Mordecai Richler (1931-2001), anglo-canadiense y judío, fue un crítico feroz del nacionalismo quebequés, para él, expresión tardía del catolicismo ultramontano y antisemita definidor de la comunidad franco-canadiense de aquel Estado. Bram Fischer, el principal abogado defensor de Mandela en el proceso que condenó a éste en 1964 a cadena perpetua, era blanco, afrikáner (de hecho, pertenecía a una de las grandes familias del país) y dirigente del Partido Comunista Surafricano y, como tal, enemigo del nacionalismo blanco y del régimen de apartheid impuesto por éste en 1948 (encarcelado en 1966 y condenado también a cadena perpetua, Fischer fue liberado en diciembre de 1974, enfermo ya del cáncer del que moriría pocos meses después). Los ejemplos son suficientes. Añadamos, por si acaso, los anglo-escoceses, los vasco-españoles y, por tomar de prestado el título de un conocido libro, los otros catalanes, los catalanes no nacionalistas. El hecho es palmario. El no-nacionalismo es una realidad social y política de extraordinaria significación. La atención preferente que, por muchas y comprensibles razones, se ha prestado al análisis del nacionalismo, ha descuidado su estudio. Es un error capital. En sociedades fuertemente nacionalistas como las mencionadas (Irlanda, Israel, Quebec, Suráfrica, País Vasco, Cataluña, Escocia), el no-nacionalismo constituye un hecho paralelo al propio nacionalismo y, en muchos casos, de no menor enjundia y complejidad que éste. El no-nacionalismo no es antinacionalismo. Ni siquiera se define por la negatividad. Es, a su manera, un sentimiento de pertenencia a una comunidad, un modo de instalarse en ésta, una manifestación incluso de identidad comunitaria. Más aún, el no-nacionalismo no rechaza necesariamente los hechos nacionalistas. Las más de las veces asume incluso los sentimientos de pertenencia e identidad que alientan en aquéllos. Pero, en contraste con el nacionalismo, el no-nacionalismo pone el énfasis en la dimensión no esencialista de la nacionalidad, concibe la identidad nacional como una identidad cuando menos compleja y definida no por unos determinados elementos distintivos (lengua, religión, etnicidad...), sino forjada en todo caso por la interacción de muchos factores en la historia, y en interdependencia con otras culturas, otras lenguas y otras comunidades. Entiende así que naciones, nacionalidades y sociedades nacionalistas podrán o no poseer características culturales, e historia, distintas y específicas; pero subraya que cultura e historia nacionales, nacionalidad e identidad son conceptos y realidades complejas, evolutivas y múltiples. El no-nacionalismo es, ante todo, un hecho sociológico (que puede o no tener dimensión política y plasmarse además, si así sucede, en ideologías diferentes: liberales, comunistas, autoritarias...). Existe por una simple razón: porque los hombres no necesitan politizar su identidad (o su etnicidad) ni para explicarse su dimensión social ni para instalarse en su propia circunstancia. El hombre, en otras palabras, no es necesariamente nacionalista: no vive su identidad, como hace el nacionalismo, como una emoción irracional, exclusivista y mitificada. Vive, desde luego, instalado en una determinada sociedad y, por lo general, identificado con ella y con buena parte de sus tradiciones y de su pasado: su nación es la circunstancia que mejor conoce. Vasco-españoles, anglo-quebequeses, anglo-irlandeses, liberales surafricanos, anglo-escoceses, los otros catalanes, los judíos no sionistas, por volver a los ejemplos anteriores, se reconocen de esa forma en la historia y en la realidad comunitaria de sus respectivas regiones y nacionalidades. Comparten con el nacionalismo el sentimiento de pertenencia a las mismas. No comparten, en cambio, los mitos -históricos, lingüísticos, etnosimbólicos- del nacionalismo, la patrimonialización por éste de la identidad común, la pasión nacionalista: discrepan o en torno a la idea de nacionalidad o en la forma como el nacionalismo interpreta y define ésta. En suma, el nacionalismo enfatiza, como valores políticos, los derechos colectivos, la construcción nacional, la etnicidad (o el particularismo cultural), la afirmación y defensa de la nación y la nacionalidad como entidades homogéneas, propias y distintas; el no-nacionalismo afirma, por el contrario, los derechos individuales y ciudadanos, las libertades civiles, los valores cívicos (no étnicos), la ausencia de coerción nacional o nacionalista, la afirmación y defensa de la sociedad como una sociedad abierta, plural y libre. Nacionalismo y no-nacionalismo son, en efecto, manifestaciones distintas de la identidad, la vida colectiva y la política de esas regiones y nacionalidades: de Euskadi, Quebec, Escocia, Cataluña, Córcega... Por eso, Joyce y Beckett, Unamuno y Baroja, Mordecai Richler, Rilke, Bram Fischer, Benjamin o Kafka fueron no-nacionalistas. Es bien cierto que el nacionalismo ha sido en la historia causa de violencias y masacres, y que negar su realidad ha sido igualmente el detonante de numerosos y a veces insolubles problemas y conflictos. Hobsbawn dijo, así, en 1989 de los nacionalismos occidentales (como los citados) que eran nacionalismos divisivos, por tratarse de nacionalismos que aparecían en Estados ya plenamente desarrollados y largamente consolidados como Gran Bretaña, Canadá, Francia o España. Desde mi perspectiva, resulta aún más importante que las mismas nacionalidades y regiones nacionalistas sean sociedades plurales. Eso explica que el nacionalismo haya sido en ellas, y sea, factor de división política y de polarización interna. Precisamente, el error del nacionalismo es justamente ése: no reconocer que, en sociedades y regiones nacionalistas, el no-nacionalismo es también una realidad social y política ampliamente representativa. Por razones evidentes y de fácil comprensión: porque las regiones y nacionalidades occidentales no son ya pueblos o comunidades étnicas homogéneas, sino sociedades complejas; la etnicidad es en ellas, en el mejor de los casos, un valioso sustrato histórico y cultural. Más aún, la vertebración definitiva de ese tipo de comunidades requiere necesariamente algún tipo de equilibrio -político e identitario- entre nacionalismo y no-nacionalismo."

DESARROLLO DEL DEBATE:

NOTA: Las intervenciones, actitudes y opiniones de los participantes se encuentran entremezcladas por respeto a la privacidad de los mismos fuera de la sesión de debate.

¿Gana un pueblo libertad con su autodeterminación? ¿Es legítimo aspirar a la independencia política?En este tema de debate, quizás más que en ningún otro, es necesario realizar un prudente equilibrio entre razón y pasión. Sin embargo surge una alternativa aún más sabia ¿por qué no defender la razón con pasión?En efecto la pasión por que prevalezca la razón debería guiarnos en este y en todos los debates del conflictivo mundo en que vivimos.Cualquier pueblo, en la Europa de los pueblos, tiene derecho a plantear sus aspiraciones de independencia política, no obstante, esta aspiración debe ser sin violencia y no debe ir en detrimento de los demás pueblos que puedan ser afectados gravemente por esta reivindicación de una comunidad o pueblo en particular.Una confrontación, frecuente hoy, se entabla en el terreno del concepto del no-nacionalismo. En efecto el pluralismo de la ciudadanía, consecuencia de migraciones de todo tipo hace con frecuencia inviable el objetivo de obtención de la independencia por parte de otros núcleos de habitantes de una llamada nacionalidad. En este sentido se está produciendo una evolución histórica en la forma de entender la autonomía de los pueblos.Es necesario saber que el concepto de nación es históricamente reciente (1780) y su momento cumbre ha pasado ya puesto que se situó a caballo entre el siglo XIX y el XX.Hoy, el fenómeno antes aludido de la pluralidad étnica, lingüística y cultural forzaría a las, con frecuencia, minorías burguesas que impulsan el nacionalismo por motivos, a veces egoístas, a realizar antes de la consecución de sus objetivos una limpieza étnica, y, efectivamente, esto es lo que con frecuencia ocurre empleando para ello una gama variada de acciones violentas rechazables todas desde los planos ético, moral, legal y político.Por tanto, la evolución de los pueblos hacia la autodeterminación, caso que exista esta reivindicación en un determinado colectivo, ha de respetar el equilibrio entre nacionalismo y no-nacionalismo. Es preciso tener también en cuenta los derechos de todo tipo de la nación más amplia en la que se ubica con frecuencia el colectivo que aspira a la autodeterminación política. Por otro lado el fenómeno, en nuestro contexto, de la construcción de la unidad europea, no hace que el momento sea el más propicio para reivindicaciones de independencia.Existe también el fenómeno de la globalización. Hoy cualquier pueblo ha de depender de una especie de estado mundial económico. Este “estado” compuesto fundamentalmente por empresas multinacionales presiona en el sentido de la uniformidad y no atomización de los grupos humanos.No obstante, prevalece como un derecho el que existe a que los pueblos puedan libremente autodeterminarse y darse la forma de convivencia política que deseen siempre que una mayoría de ciudadanos de un colectivo, supuesta nación, lo reivindique del mismo modo que existe el derecho individual de pensamiento, creencia o fe, de expresión de las opiniones civilizadamente, de pertenencia a colectivos de todo tipo que no dañen a los demás, etc.La legalidad responde a las necesidades de los individuos. La formación de una nación no debe responder a intereses de clase. No obstante, con frecuencia, en la formación de una nación han intervenido e intervienen una gama de intereses muy variada y no todos son aceptables desde los planos moral, legal y político.Un ejemplo sería el del nacionalismo catalán histórico. Mientras Cataluña no necesitó un mercado para la industria textil, las minorías burguesas catalanas no reivindicaron la independencia. Sin embargo, siempre se podría argüir que un pueblo puede aprovechar el impulso que le proporcione un grupo social determinado (en este caso la burguesía).No obstante, el modelo actual de nacionalismo está en debate. El tema es, evidentemente, grave en el sentido que se pueden derivar de él consecuencias de gran calado para la estabilidad y paz de un país (véase el caso de España y las reivindicaciones, por ejemplo, de vascos y catalanes). ¿Quién arbitra el debate para que no se nos escape de las manos?No podemos quitar algo si no se sabe bien que es lo que se va a poner en su lugar. Este es un principio de la más elemental prudencia.Por otra parte, el nacionalismo no es consciente de su contingencia, se niega con demasiada frecuencia y con demasiada pasión a ser objeto de crítica. Asocia el nacionalismo a un sentimiento y a partir de ahí se siente herido por cualquier crítica y con derecho a descalificar a quien la hace. Por otro lado, la narrativa nacionalista puesta en lugar de una auténtica historia imparcial es con frecuencia una farsa.Las tesis frecuentes de los nacionalistas son:1) No se puede evitar ser nacionalista. El discurso que me hace la crítica procede de intereses nacionalistas contrarios a los míos: todo el mundo es nacionalista.2) El nacionalismo como sentimiento. El discurso crítico con el nacionalismo hiere este sentimiento, de donde aparece el victimismo nacionalista y el sentirse heridos, el resentimiento, el odio, etc.3) La idea de la diferencia. Del hecho de que todos somos diferentes aparece la idea de desigualdad. Nuestro nacionalismo no es un nacionalismo cualquiera, afirman los nacionalistas. A partir de aquí aparece la descalificación y el desprecio del otro.4) Los dirigentes nacionalistas al considerarse representantes de las supuestas esencias que componen la nación de que se trate se creen con derecho al desprecio, persecución y limpieza étnica de ciudadanos de esa comunidad que no piensen igual.5) Mantienen una memoria histórica victimista de resentimiento ante los agravios que el Estado al que pertenecen les hizo. Pero, ¿qué estado? El estado actual al cual pertenece la comunidad nacionalista que reivindica la independencia puede ser un estado absolutamente democrático y respetuoso con los derechos de los ciudadanos.De este modo, los discursos nacionalistas falsean a menudo la historia al servicio del objetivo político nacionalista. Sin embargo no hay que olvidar que el discurso histórico es construido en parte con hechos indudables y en parte con el sentido histórico interpretativo que le prestan los pueblos y los que construyen la historia.La historia no es nunca absolutamente objetiva pero tampoco debe ser el campo donde florezcan las imaginaciones y la ficción de mentes dominadas por objetivos políticos, de intereses de clase, mitologías nacionalistas, etc.Tampoco puede defenderse como ilegal o ilegítimo toda aspiración de cambio político y toda ansia de autodeterminación. Los pueblos tienen derecho a ellos.Sin embargo existe una pluralidad de planos y de intereses que hacen que en este campo haya que caminar como suele decir el pueblo “con pies de plomo”. Repitamos una frase afortunada por su lógica ineluctable: “antes de quitar algo es necesario saber que lo que vamos a poner en su lugar que sea mejor. En caso contrario es mejor esperar, sobre todo si la situación es aceptable como ocurre con muchas de las comunidades integradas en otras naciones por largo tiempo y que actualmente piden la autodeterminación.Para llegar a conclusiones es necesario partir de principios bien fundados y mantener una forma de razonar que respete escrupulosamente todos los planos y todos los factores tanto de la sana razón lógica como de los elementos reales implicados en el problema, en este caso el problema de los nacionalismos.Es necesario acabar con una frase muy expresiva aunque cruda: Los muertos que ha producido el terrorismo de corte fanático-nacionalista no van a poder ya opinar sobre las acciones a tomar en relación a este problema.

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