Foro celebrado el 01/IV al 15/IV de 2004.
Ponente: Juan Dianes Rubio
Resumen de lo tratado:
El egoísmo puede ser definido como el no poner al otro en igualdad de condiciones con nosotros mismos a la hora del juzgar, del decidir, del repartir y del hacer.
El etnocentrismo puede ser considerado como el egoísmo de las culturas en virtud del cual consideramos a la nuestra en posesión de todo lo mejor, de todas las cualidades y saberes civilizatorios y a las demás como erróneas, salvajes o poco civilizadas.
No obstante, el relativismo cultural no puede ser considerado la solución al etnocentrismo pues también puede caer en graves defectos y errores que lo harían culpable de consentimiento con las prácticas criminales y vejatorias de otras culturas que, desde la perspectiva de unos derechos humanos universales, no pueden consentirse.
En efecto, pese a las protestas en contra de ciertos relativismos culturales trasnochados, los derechos humanos poseen universalidad basada en la igual dignidad de hombres y mejores y de todas las razas, cosa que con los datos científicos a la mano difícilmente puede discutirse desde la biología (genoma humano) ni desde otros parámetros científicos.
El mayor enemigo del hombre es la ignorancia. Existen referencias objetivas desde las que pensar que son las matemáticas, la física, biología, etc. La razón es el árbitro que debe juzgar el fenómeno de las distintas culturas con las que se enriquece la raza humana.
Las leyes universales que nos proporcionar las ciencias son referencias que han de ser utilizadas para distinguir entre creencias ilusorias y la realidad.
La cultura es un “salto de gracia” es decir, inscribe lo supranatural en la vida del hombre al superar a la vida como pura biología. Sólo el hombre instituye cultura entre todos los animales.
Sin embargo el hombre ha de desconfiar de su razón. El nazismo constituyó una maldad que se acercó al estado puro de la misma y sin embargo estuvo relacionada con la razón en el sentido de planificación sistemática al servicio del mal de unos muchos que lo sufrieron y murieron sin más delito que pertenecer a una etnia determinada, etc.
En este sentido, nuestra sociedad, con ser tan racional y planificada produce gran cantidad de incongruencias con esa racionalidad de la que presumimos: estrés, locura o desequilibrios psíquicos y físicos, ambiciones, malos tratos desprecio de lo distinto (productor de diversas violencias más o menos graves), etc.
A esto alega otro contertulio que la razón a la que se está denigrando con estos males sería una razón utilitarista, no la razón en sí misma. La razón de los medios no debe confundirse con la razón de los fines que es la que se ocupa de los principios y valores éticos y es la que saldría malparada en una sociedad capitalista, materialista y tecnológica que sólo se ocupe del beneficio y del dominio de otros.
Nuestra época ha de redescubrir una razón que sea algo más que una racionalidad de medios. Existen otras dimensiones de no violencia en el hombre e incluso de beneficiencia no interesada o altruismo que se ocupa del bien del hermano sin esperar nada a cambio y es la que puede producir la satisfacción interior. Pero esto sólo se puede comprender experimentándolo y no es cuestión de convencer con muchas palabras sino de cumplirlo cada uno para ver cual es la auténtica felicidad.
La auténtica solución a lo que venimos discutiendo está en encarnar los valores o ideales en la vida práctica, en la realidad cotidiana. Por tanto el problema y su solución es de naturaleza ética más que de ciencia y tecnología o más bien de poner estas últimas bajo la dirección de auténticos principios y valores de solidaridad mundial que respeten auténticamente los derechos humanos tantas veces proclamados y tantas veces pisoteados en el mundo entero y en unos países más que en otros.
Mi yo está compuesto de algo que no soy yo. El otro, a través de la educación y de la convivencia está ya en mí y no puedo prescindir de él en mi vida. Es origen del mal está en la ignorancia de todo esto, entre otras cosas.
El desequilibrio en las capacidades y potencialidades del hombre está en poner su bien en el tener y no en el ser como establece ya el título del famoso libro de Erich Fromm y queda tan bien fundamentado en su contenido.
El entendimiento de la auténtica libertad no puede establecerse de otro modo que como autonomía moral. Pero ésta a su vez, debe distinguirse netamente del libertinaje que nos esclaviza al propio cuerpo y a la estupidez del vacío nihilista.
A nivel de la comprensión y de la armonía entre culturas es preciso distinguir un punto medio razonable entre etnocentrismo y relativismo cultural. Este estaría constituido por la actitud, que hoy se va imponiendo en la antropología, de analizar las pautas culturales una a una a la luz de la Declaración universal de los derechos del hombre y ver en qué una cultura los cumple y en qué no.
Entonces se observaría que no somos superiores en todo como creen algunos etnocentristas o más bien ignorantes y se establecería un auténtico pensamiento relativo que no es relativismo sino pensar en relación a unos principios y hechos indiscutibles y poner las razones en función de estos principios para distinguir lo razonable del error.
A veces es el temor ante el compromiso a que nos invita una realidad que hay que transformar mediante nuestro esfuerzo y nuestro aporte lo que nos hace huir de ella y tratar de insensibilizarnos mediante el consumismo y el aturdimiento. De este modo el hombre es esclavizado por los propios instrumentos que él crea para una vida más agradable pero que son utilizados impropiamente. El hombre es robotizado por sus propias máquinas. En este sentido la televisión, internet, etc. Nos pueden aislar más en lugar de unirnos a los demás.
Sin embargo, ni qué decir tiene que, todos estos instrumentos son un medio maravilloso, bien utilizados, para ponerlos al servicio de la creatividad de la que tan necesitada está hoy día la humanidad. De una auténtica creatividad que trate de superar los problemas de choques étnicos, religiosos, de convivencia hombre-mujer, de entendimiento entre culturas diferentes, del hambre, de las drogas, del sexo mal utilizado, etc.
Pero, ¿de qué realidad hablamos cuando decimos que queremos conocer la realidad? ¿Acaso se puede tener imaginación creativa sin un auténtico amor a algo?
Todas las grandes creaciones positivas las ha realizado siempre la humanidad cuando ha predominado un profundo amor por algo dirigido por una razón que se atiene a principios y valores éticos.
El egoísmo puede ser definido como el no poner al otro en igualdad de condiciones con nosotros mismos a la hora del juzgar, del decidir, del repartir y del hacer.
El etnocentrismo puede ser considerado como el egoísmo de las culturas en virtud del cual consideramos a la nuestra en posesión de todo lo mejor, de todas las cualidades y saberes civilizatorios y a las demás como erróneas, salvajes o poco civilizadas.
No obstante, el relativismo cultural no puede ser considerado la solución al etnocentrismo pues también puede caer en graves defectos y errores que lo harían culpable de consentimiento con las prácticas criminales y vejatorias de otras culturas que, desde la perspectiva de unos derechos humanos universales, no pueden consentirse.
En efecto, pese a las protestas en contra de ciertos relativismos culturales trasnochados, los derechos humanos poseen universalidad basada en la igual dignidad de hombres y mejores y de todas las razas, cosa que con los datos científicos a la mano difícilmente puede discutirse desde la biología (genoma humano) ni desde otros parámetros científicos.
El mayor enemigo del hombre es la ignorancia. Existen referencias objetivas desde las que pensar que son las matemáticas, la física, biología, etc. La razón es el árbitro que debe juzgar el fenómeno de las distintas culturas con las que se enriquece la raza humana.
Las leyes universales que nos proporcionar las ciencias son referencias que han de ser utilizadas para distinguir entre creencias ilusorias y la realidad.
La cultura es un “salto de gracia” es decir, inscribe lo supranatural en la vida del hombre al superar a la vida como pura biología. Sólo el hombre instituye cultura entre todos los animales.
Sin embargo el hombre ha de desconfiar de su razón. El nazismo constituyó una maldad que se acercó al estado puro de la misma y sin embargo estuvo relacionada con la razón en el sentido de planificación sistemática al servicio del mal de unos muchos que lo sufrieron y murieron sin más delito que pertenecer a una etnia determinada, etc.
En este sentido, nuestra sociedad, con ser tan racional y planificada produce gran cantidad de incongruencias con esa racionalidad de la que presumimos: estrés, locura o desequilibrios psíquicos y físicos, ambiciones, malos tratos desprecio de lo distinto (productor de diversas violencias más o menos graves), etc.
A esto alega otro contertulio que la razón a la que se está denigrando con estos males sería una razón utilitarista, no la razón en sí misma. La razón de los medios no debe confundirse con la razón de los fines que es la que se ocupa de los principios y valores éticos y es la que saldría malparada en una sociedad capitalista, materialista y tecnológica que sólo se ocupe del beneficio y del dominio de otros.
Nuestra época ha de redescubrir una razón que sea algo más que una racionalidad de medios. Existen otras dimensiones de no violencia en el hombre e incluso de beneficiencia no interesada o altruismo que se ocupa del bien del hermano sin esperar nada a cambio y es la que puede producir la satisfacción interior. Pero esto sólo se puede comprender experimentándolo y no es cuestión de convencer con muchas palabras sino de cumplirlo cada uno para ver cual es la auténtica felicidad.
La auténtica solución a lo que venimos discutiendo está en encarnar los valores o ideales en la vida práctica, en la realidad cotidiana. Por tanto el problema y su solución es de naturaleza ética más que de ciencia y tecnología o más bien de poner estas últimas bajo la dirección de auténticos principios y valores de solidaridad mundial que respeten auténticamente los derechos humanos tantas veces proclamados y tantas veces pisoteados en el mundo entero y en unos países más que en otros.
Mi yo está compuesto de algo que no soy yo. El otro, a través de la educación y de la convivencia está ya en mí y no puedo prescindir de él en mi vida. Es origen del mal está en la ignorancia de todo esto, entre otras cosas.
El desequilibrio en las capacidades y potencialidades del hombre está en poner su bien en el tener y no en el ser como establece ya el título del famoso libro de Erich Fromm y queda tan bien fundamentado en su contenido.
El entendimiento de la auténtica libertad no puede establecerse de otro modo que como autonomía moral. Pero ésta a su vez, debe distinguirse netamente del libertinaje que nos esclaviza al propio cuerpo y a la estupidez del vacío nihilista.
A nivel de la comprensión y de la armonía entre culturas es preciso distinguir un punto medio razonable entre etnocentrismo y relativismo cultural. Este estaría constituido por la actitud, que hoy se va imponiendo en la antropología, de analizar las pautas culturales una a una a la luz de la Declaración universal de los derechos del hombre y ver en qué una cultura los cumple y en qué no.
Entonces se observaría que no somos superiores en todo como creen algunos etnocentristas o más bien ignorantes y se establecería un auténtico pensamiento relativo que no es relativismo sino pensar en relación a unos principios y hechos indiscutibles y poner las razones en función de estos principios para distinguir lo razonable del error.
A veces es el temor ante el compromiso a que nos invita una realidad que hay que transformar mediante nuestro esfuerzo y nuestro aporte lo que nos hace huir de ella y tratar de insensibilizarnos mediante el consumismo y el aturdimiento. De este modo el hombre es esclavizado por los propios instrumentos que él crea para una vida más agradable pero que son utilizados impropiamente. El hombre es robotizado por sus propias máquinas. En este sentido la televisión, internet, etc. Nos pueden aislar más en lugar de unirnos a los demás.
Sin embargo, ni qué decir tiene que, todos estos instrumentos son un medio maravilloso, bien utilizados, para ponerlos al servicio de la creatividad de la que tan necesitada está hoy día la humanidad. De una auténtica creatividad que trate de superar los problemas de choques étnicos, religiosos, de convivencia hombre-mujer, de entendimiento entre culturas diferentes, del hambre, de las drogas, del sexo mal utilizado, etc.
Pero, ¿de qué realidad hablamos cuando decimos que queremos conocer la realidad? ¿Acaso se puede tener imaginación creativa sin un auténtico amor a algo?
Todas las grandes creaciones positivas las ha realizado siempre la humanidad cuando ha predominado un profundo amor por algo dirigido por una razón que se atiene a principios y valores éticos.
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