Foro celebrado del 29/IV al 13/V de 2004.
PONENTE: Juan Dianes Rubio
SÍNTESIS DE LA TERTULIA: Manuel Gómez de Barreda.
Siguiendo con el hilo de la anterior sesión, se puede plantear la esperanza de que sea posible ver las cosas tal como son, que el sujeto no influye. Y que quizás, ¿porqué no?, una perspectiva humana, por ejemplo, emanada del amor, sea la manera correcta y natural de hacerlo. Pero surgen las dudas, y por el contrario, simplemente lo que puede suceder es que hay ejemplos que demuestran que los sentimientos o la subjetividad, por ejemplo una subjetividad religiosa, no son buenos métodos para vivir y actuar, como demuestra el terrorismo por ejemplo, en que los sentimientos y el mismo amor desvían las motivaciones y actos de las personas de manera que no puede ser correcta.
Ya en el mismo campo de las ideas científicas, el campo supuestamente más fiable para la objetividad, nos puede invadir el escepticismo, ya que las ideas y teorías científicas pueden estar determinadas en gran medida por un punto de vista cultural.
Las teorías científicas, basadas en mediciones y posteriores formulaciones matemáticas, acaban siendo vulgarizadas erróneamente en última instancia en visiones figurativas, producto de nuestros esquemas y las estructuras sensibles de nuestro entendimiento, más que corresponder a una verdadera realidad física o biológica, que no podemos alcanzar a representarnos. En este sentido una teoría como la del Big Bang y la expansión del universo, contado de una manera plástica, como escena figurada, no puede ser simplemente más que una perfecta expresión de nuestra manera ilusoria de presentarnos la naturaleza del universo. Asimismo, las explicaciones del universo basadas en ecuaciones matemáticas, no son más que modelos o simulacros provisionales, que aspiran a reflejar el funcionamiento físico del mundo, sin garantías últimas de representar la realidad.
Esa necesidad humana de explicación de todas las cosas, remite a la noción de misterio: donde no aventuramos y fijamos una explicación, se nos aparece el misterio, que en si mismo puede ser un acicate para el conocimiento. Pero el problema puede surgir, cuando el enfrentarse con el misterio, se transforma en hacer teología. Y es una tentación, efectivamente, por el aroma teológico que despide el misterio.
Respecto al problema del yo, es un fenómeno que la ciencia no parece estar en condiciones de resolver. En vez de caer en explicaciones fisicoquanticas para entender el yo, parece que es más sensato acudir a explicaciones mentales, no meramente físicas o materiales. Métodos como el freudiano parecen acercarse más al núcleo de cómo funciona la mente, que no explicaciones neurocerebrales que obvian todo el mundo de sentido que se crea en el nivel mental del cerebro. Asimismo parece que el tema del ego, haya que tratarlo a un nivel nuevo mental, social y cultural, no físico-biológico.
Frente a esto existe también un tipo de pensamiento alternativo, cercano a movimiento de la New Age, que consiste en una fraseología que usa las teorías científicas, o ciertos elementos de estas teorías, como metáforas para explorar el espacio del misterio que se abre a la vida humana.
Pero existe también un movimiento de crítica, bastante hostil a estos movimientos de pensamiento modernos, que denuncia que hay que tener mucho cuidado con la pseudociencia, y el uso de la ciencia para misticismos.
Volviendo al tema del ego, parece difícil concretar un método para establecer con fundamento su realidad, de tal manera que recurriendo a explicaciones, por una lado acérrimamente científicas, o por otro religiosas o místicas, al final no hayamos explicado o hablado para nada del fenómeno del yo y del ego.
Pero, por otro lado el testimonio o la perspectiva científica, al manejar intrínsecamente las relaciones sujeto-objeto, y por tanto el fenómeno de la subjetividad, sea también una manera de entrar en el tema. Asimismo la perspectiva de las ciencias humanas corre el riesgo de no tener una base objetivamente fundada para explicar el yo. Incluso parece ser que teorías mentales como la del psicoanálisis de Freud no contaban con un conocimiento de base correcto sobre los mecanismos neurofísicos del cerebro humano, y sin este conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro no parece que haya base para saber del yo.
Desde esta perspectiva, el nivel mental no ha de ser más que un fenómeno de emergencia sobre el cerebro. Así nuestro yo, remite a nuestro cuerpo, el mismo fenómeno del yo y las interacciones de este podría ser entendido como un "mi", donde todo está referido al cuerpo propio. Se puede cambiar por tanto el concepto "yo" por el concepto "mi".
Pero, sea como sea, la gran pregunta que podría hacerse sobre el fenómeno del yo, sería: ¿Es el cerebro fuente u órgano de manifestación del sujeto?
Siguiendo con el hilo de la anterior sesión, se puede plantear la esperanza de que sea posible ver las cosas tal como son, que el sujeto no influye. Y que quizás, ¿porqué no?, una perspectiva humana, por ejemplo, emanada del amor, sea la manera correcta y natural de hacerlo. Pero surgen las dudas, y por el contrario, simplemente lo que puede suceder es que hay ejemplos que demuestran que los sentimientos o la subjetividad, por ejemplo una subjetividad religiosa, no son buenos métodos para vivir y actuar, como demuestra el terrorismo por ejemplo, en que los sentimientos y el mismo amor desvían las motivaciones y actos de las personas de manera que no puede ser correcta.
Ya en el mismo campo de las ideas científicas, el campo supuestamente más fiable para la objetividad, nos puede invadir el escepticismo, ya que las ideas y teorías científicas pueden estar determinadas en gran medida por un punto de vista cultural.
Las teorías científicas, basadas en mediciones y posteriores formulaciones matemáticas, acaban siendo vulgarizadas erróneamente en última instancia en visiones figurativas, producto de nuestros esquemas y las estructuras sensibles de nuestro entendimiento, más que corresponder a una verdadera realidad física o biológica, que no podemos alcanzar a representarnos. En este sentido una teoría como la del Big Bang y la expansión del universo, contado de una manera plástica, como escena figurada, no puede ser simplemente más que una perfecta expresión de nuestra manera ilusoria de presentarnos la naturaleza del universo. Asimismo, las explicaciones del universo basadas en ecuaciones matemáticas, no son más que modelos o simulacros provisionales, que aspiran a reflejar el funcionamiento físico del mundo, sin garantías últimas de representar la realidad.
Esa necesidad humana de explicación de todas las cosas, remite a la noción de misterio: donde no aventuramos y fijamos una explicación, se nos aparece el misterio, que en si mismo puede ser un acicate para el conocimiento. Pero el problema puede surgir, cuando el enfrentarse con el misterio, se transforma en hacer teología. Y es una tentación, efectivamente, por el aroma teológico que despide el misterio.
Respecto al problema del yo, es un fenómeno que la ciencia no parece estar en condiciones de resolver. En vez de caer en explicaciones fisicoquanticas para entender el yo, parece que es más sensato acudir a explicaciones mentales, no meramente físicas o materiales. Métodos como el freudiano parecen acercarse más al núcleo de cómo funciona la mente, que no explicaciones neurocerebrales que obvian todo el mundo de sentido que se crea en el nivel mental del cerebro. Asimismo parece que el tema del ego, haya que tratarlo a un nivel nuevo mental, social y cultural, no físico-biológico.
Frente a esto existe también un tipo de pensamiento alternativo, cercano a movimiento de la New Age, que consiste en una fraseología que usa las teorías científicas, o ciertos elementos de estas teorías, como metáforas para explorar el espacio del misterio que se abre a la vida humana.
Pero existe también un movimiento de crítica, bastante hostil a estos movimientos de pensamiento modernos, que denuncia que hay que tener mucho cuidado con la pseudociencia, y el uso de la ciencia para misticismos.
Volviendo al tema del ego, parece difícil concretar un método para establecer con fundamento su realidad, de tal manera que recurriendo a explicaciones, por una lado acérrimamente científicas, o por otro religiosas o místicas, al final no hayamos explicado o hablado para nada del fenómeno del yo y del ego.
Pero, por otro lado el testimonio o la perspectiva científica, al manejar intrínsecamente las relaciones sujeto-objeto, y por tanto el fenómeno de la subjetividad, sea también una manera de entrar en el tema. Asimismo la perspectiva de las ciencias humanas corre el riesgo de no tener una base objetivamente fundada para explicar el yo. Incluso parece ser que teorías mentales como la del psicoanálisis de Freud no contaban con un conocimiento de base correcto sobre los mecanismos neurofísicos del cerebro humano, y sin este conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro no parece que haya base para saber del yo.
Desde esta perspectiva, el nivel mental no ha de ser más que un fenómeno de emergencia sobre el cerebro. Así nuestro yo, remite a nuestro cuerpo, el mismo fenómeno del yo y las interacciones de este podría ser entendido como un "mi", donde todo está referido al cuerpo propio. Se puede cambiar por tanto el concepto "yo" por el concepto "mi".
Pero, sea como sea, la gran pregunta que podría hacerse sobre el fenómeno del yo, sería: ¿Es el cerebro fuente u órgano de manifestación del sujeto?
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