viernes, 12 de marzo de 2010

LA CULPA EN LA MORAL Y EN LA ÉTICA (II)

PRÓXIMO FORO
Sábado, 20 de marzo de 2010, a las 11:00 horas

LA CULPA EN LA MORAL Y EN LA ÉTICA (II)


LUGAR DE REUNIÓN
Libro Técnico,
C/ Alfonso XI, nº15 Algeciras

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TEXTOS:



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El orden moral y el sentimiento de culpa
como procesos civilizatorios en el mundo occidental

Miguel Angel Maciel González

I. Introducción
Una de las partes constitutivas de la filosofía de Friedrich Nietzche, es aquella que se ubica dentro de la crítica a los valores que configuran a la religión cristiana, y cómo éstos van expandiendo su dominio y expectativas para crear la noción simbólica del occidente moderno, que, bajo mi interpretación resulta ser una de las piezas clave del llamado proceso civilizatorio. (...)

http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=673

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RESUMEN:

Como es habitual uno de los presentes en el debate hace una introducción en la que se citan los textos propuestos y menciona que la moral, a su parecer, ha evolucionado hacia una especie de sentimiento. «La moral como costumbre, como pensamiento de conciencia. La moral es conducta que tiene que ver con el sujeto, la moral no es colectiva, es algo que está encuadrado dentro de los principios individuales. Tiene un componente muy subjetivo. Tiene que ver mucho con la naturaleza del bien y del mal», prosigue, para culminar la introducción lanzando un interrogante: «¿Existe el mal o el hombre lo crea?»

A la pregunta anterior, que no tiene ninguna respuesta, quizá por su talante retórico, le sigue una segunda cuestión: ¿existe una moral?; a lo que se responde que «no hay una moral colectiva, sino una ética. Por ejemplo el código de circulación tiene que ver con la ética que, sin embargo, tiene su raíz en la moral». A esta reflexión le sigue otra que habla sobre la problemática de la moral respecto al lenguaje, pues según este contertulio «nunca hablamos de cosas sino de palabras que hablan de las cosas».

Centrándose el debate en un aspecto más religioso se habla de que el principio del cristianismo es el amor y que la moral, por lo general, nace de lo mismo. De ahí que se deduzca que religión y moral van unidas y que son casi indivisibles. Posteriormente se habla de “moral natural” y de “derecho natural”. Ante el peligro de moralizar la naturaleza uno de los habidos dice que lo natural y lo moral chirrían, puesto que en la naturaleza no hay moral. Posteriormente añade: «En la naturaleza no hay derecho a sino capacidad de».

El debate prosigue bajo el discurso de que la moral y la ética pueden estar relacionadas con la genética, por lo que puede ser natural y por lo tanto tener un componente biológico. «El lenguaje es biológico, existe un lenguaje entre los animales, por ejemplo. Además de que el lenguaje proviene de la configuración fonológica de nuestra garganta», se diserta.

A continuación se transcribe de la forma más aproximada posible una intervención muy notable: «¿Qué pasa con la moralidad cristiana que ha tenido tanto éxito? Se contrapuso la culpa a la vergüenza, concepción esta última anterior al cristianismo. La culpa es una introspección. ¿Por qué la culpa ha prosperado? En una sociedad más moderna o más anónima, la gente no se conoce entre sí, por eso los mecanismos de vergüenza no actúan; para que actúe la vergüenza debe existir una comunidad pequeña donde todos se conozcan. En una sociedad atomizada, urbana (anómica –nadie conoce a nadie–), la culpa se la crea uno mismo respecto a otro sujeto». Esta intervención va seguida de otra: «De esta forma, insisto en que en la naturaleza no existen los derechos ni la moral, no hay reglas que no se rijan por la física, la química, el determinismo. Para la culpa hay diferentes tribunales seas religioso o no. Si eres religioso tu juez es un Dios, por ejemplo. En el caso de la vergüenza el tribunal es la sociedad». A esta reflexión se le discute sucintamente pero sin ser rebatido: «Volvemos a sacar a hombre de la naturaleza».

A continuación se conversa sobre la figura del anarquista, a quien se considera como un ser religioso porque cree en la libertad como un sujeto. «Es la gran utopía sin respeto a nada», se sentencia respecto al anarquismo como ideología. Luego, el mismo contertulio, prosigue de la siguiente manera: «El anarquista quiere romper las ataduras con el Padre, se piensa libre por naturaleza y las normas no pueden coartar su conducta». Quizá parezca que no viene a debate tal descripción del anarquista y del anarquismo pero sí sirve para delimitar las diferentes formas que puede adoptar un ser sacerdotal, es decir, un ser religioso propenso a moralizar y a hacer culpable de algo a alguien, de infligir dolor.

A continuación se habla de “chantaje emocional social”. Este contertulio discute sobre la supuesta culpa inoculada mediante los medios de comunicación mostrando, por ejemplo, imágenes de inmigrantes, niños hambrientos, retratos bélicos, etc. con la intención de hacer sentir culpable al hombre occidental de su bienestar: mediante el cultivo de la pena se incita a la culpa. El contertulio se refiere entonces a lo que él mismo denominó como “mercado del dolor y de la culpa”, de “la moral capitalizada”… definiendo como “mercaderes de la podredumbre” a aquellos que se lucran de tanta tragedia y miseria. Este contertulio también habla de la utilización política de la culpa mediante el victimismo. «Acostumbrados estamos a soportar los falsos discursos demagógicos llenos de cierto sentimentalismo teatral de los políticos cuando intentan exacerbar los sentimientos del electorado mediante la utilización del terrorismo como reclamo y arma política para ser votados», concluye el tertuliano.

A partir de aquí, si no ya antes, el debate pasa a centrarse en asuntos morales y éticos más que en la ética y la moral y sus elementos relacionados, como la culpa. Así pues, el debate prosigue con ciertas argumentaciones polémicas, no por el hecho de que sean argumentaciones para echarse las manos a la cabeza, sino porque son parte de un debate público bastante abierto y que tiende a crispar a muchas personas no acostumbradas a debatir y lo que ello conlleva: tolerar, escuchar y compartir. Así pues, se dice que «Es increíble que haya gente culta que llame a la muerte “muerte digna”», haciendo una clara alusión a la eutanasia. A esto se le añade mediante la voz de otro de los habidos que evidentemente la muerte no puede ser digna. Aún así, un tercero proclama que existe muerte por honor en muchas culturas, como en la japonesa (harakiri) o en Grecia, de la que se llegaba a decir que era uno de los más grandiosos actos de libertad: el suicidio no deja de ser una eutanasia. Concluye diciendo que es difícil delimitar lo que es digno y no, ¿cómo puede ser calificado de indigno que un enfermo terminal que está sufriendo quiera perecer, por ejemplo?

Otro contertulio habla de que la moral en el capitalismo es inexistente. «El beneficio es su fin, el capitalismo es en sí un fin. Ni conciencia ni nada. Todo sirve al capital, hasta los sindicatos» sostiene. Prosigue de esta forma: «Hay una gran paradoja en el simple hecho de existir, pues por existir debes ser egoísta para alimentarte y procrear y conservar tu propia existencia en cada momento. Ese egoísmo es necesario porque lo que hace es cubrir una necesidad. Al hombre capitalista igual no le importa explotar a miles de trabajadores por un sueldo mísero pero luego va a misa y con su familia actúa de forma ética y modélica». A ésta intervención le sigue otra interesante reflexión: «El capitalismo es algo avasallador, ¿pero cuál sería la aptitud correcta?, ¿formar una ONG o luchar? Como hombre libre es mejor convertirse en un luchador que en un limosnero. Hacer una ONG es no querer afrontar las vicisitudes de la existencia. Una ONG es una institución supuestamente filantrópica, es cierto, pero también lucrativa y los propios empresarios mantienen que dan mucho trabajo y que su actividad, por lo tanto, también es filantrópica».

Cercanos a la finiquitación del debate se habla de los soldados veteranos de Vietnam y de Corea, pues es sabido que éstos se sienten culpables de cosas que hicieron en dichos conflictos, debido a lo cual han necesitado mucha ayuda psicológica. «En España el psiquiatra fue el tinto», recalca uno de los presentes, haciendo clara referencia a la postguerra española y a la escasez de recursos tanto humanos como materiales. Entonces surge una duda razonable: «Si fueron a luchar por algo bueno, por qué sufren con un sentimiento de culpa. De algún sitio debe salir ese dolor, algo no funciona».

Para concluir, se transcribe aproximadamente la última intervención de la tertulia: «Alguna regulación ética y social debe existir. ¿La gente sería capaz de obrar bien si no tuvieran algo parecido que no fuera diferente de la culpa? Igual no todo el mundo está preparado para vivir un poco más libre. La culpa sirve para las masas. Por otro lado, el capitalismo ha encumbrado a un hombre que no es modélico, que encarna lo peor de la sociedad. El hombre ya no es lo es, sino lo que tiene. El hombre de grandes valores no sirve, solamente sirve el hombre con una buena cuenta corriente».■